El Heraldo Viejo Que No Pudo Verme a Los Ojos

Los pobladores se acercaron de dos en dos, de tres en tres, de uno en uno, al acto conmemorativo. Los poetas en su arcoíris de individualidades conversaban, ajustaban sus boinas, o sorbían algún trago de café o agua embotellada que empezaron a distribuir las organizadoras. Eran las diez de la mañana. Al final, haríamos la foto de grupo, las sonrisas o las improvisaciones para quienes quedaran con sed de más

Zimbabwe en la Memoria

Pocas veces el recuerdo me habla tan fuerte. Se me vuelve con frecuencia, un susurro por encima del que puedo acomodar mi día a día y simplemente posponer la urgencia de fijar la imagen y la palabra. “Zim…” tengo mucho que decir de ti, todavía.