Anterior el advenimiento de toda presencia y mucho antes de que les azotara el primer invierno, el Canto del Oro, fue la primera sospecha de amenaza que les indujera a su enfrentamiento con el exterior y diera inicio a su determinante y progresiva desinteriorización.

Desde entonces hubo quienes quedarán atrapados por el terror de la primera señal y perderán la capacidad de reflexión sobre el gran misterio de su propio yo. Esta será la calidad de hombres contra los que Rubén lanzará su canto de protesta, con un sentido social pero que no es un populismo vago y vacío, es un canto del alma, el grito de voces mudas que son en esencia los gritos del pueblo y no los murmullos de quienes dicen hablar su idioma.

Porque escrito quedó  que el hombre rubeniano perdió la lucha iniciada hasta el fin contra aquellos que gratuitamente iniciarán el renovable proceso de su auto aniquilación.

Proceso que por una parte consistía en el afán de dominar un medio que habría de poner al servicio de su especial condición humana, y el que a su vez engendrará morbosos y corruptos estados de insaciabilidad; y por otra, la lucha por someter a esa rara y amenazante especie(los extraños hombres de país azul) que teniendo una idéntica conformación física, serían capaces de transformar y sublevar esos mismos elementos y esas mismas fuerzas para destruir la obscenidad de su reino.

Contra este ofensivo y desenfrenado canto y posteriormente será lo inevitablemente miserable es que habrá de luchar el poeta – mendigo quizás- y que asimismo, ya no podrá perderse en la masa de los antihombres, es decir, los que se perdieron en el camino.

No es pues únicamente la vuelta estructural de los sentidos hacia las impresiones de afuera lo que desinterioriza al hombre sino que es más  fatal aún la intensidad de la tensión de sus fuerzas y la atención que le exige el mundo material y los sucesos externos estimulando su apetito o amenazándolo.

De ese modo nunca o pocas veces llega a reflexionar en paz y tranquilidad.

Este adentramiento con su propio ser y el consiguiente y el consiguiente encuentro con su misión lo ayudará a descubrir en su Canción del Oro, la presencia del verdadero hombre desapegado de lo fantasioso y transitorio  de las cosas. Luego descubrirá también la hostilidad de un medio apto para hombres superficiales y en el que desgraciadamente tendría que dejar sus huellas para obtener un fin: la liberación y el encuentro con sí mismo.