A la vuelta de una esquina diversa, plagada de gentes y de historias, transita la última mujer confundida, atrapada en años jóvenes, carga un espejo y un libro, una seca lágrima, y un boleto para no volver a la casa de los hombres solos, no es una mentira neptúnica ni una confabulación de lo extraño, pero ella es muerta, expulsada del cielo, murió de amor; muerte equivocada le han dicho los celestiales, linda historia de amor le han dicho en la tierra.
En la otra esquina adversa, una casa sin puertas, ni techo, ni paredes, llena de hombres solos, tan imaginaria como la paz, tan llena de nada como el futuro, en ella se comparten las cadenas, que no atan a los hombres, solo las arrastran, y en cada paso piensan en la mujer limbo, producto de su necesidad y su bravura, ya ni escriben, siguen siendo solos hasta de literatura, llenos de barba y piojos; parecen guerrilleros, de esos que no tienen guerras; la pesadumbre y la tristeza son parte de sus sonrisas, y así viven…
Raros hombres, no se equivocan, ni de vida, ni de muerte, ni de luchas prójimas, solo de mujer, la muerta fue más equivocación, vino en el último tren del decenio, que se fue cargado de rapidez y aún así hubo tiempo para amarla, para leer el libro juntos y para dejarla sin lágrimas.
Dos historias iguales y distantes, un hombre solo, una mujer invocada, una historia de amor trágico y otra historia sin personajes, encontrándose por la voluntad del tiempo, perdonándose culpas no cometidas, de esos amores extraños, de los que se han escrito tantas páginas, y aun no cesan de suceder en corazones sobrevividores, ausentes de toda realidad.
La misma esquina, llena de gente que lucha, que roba, que lee, que siente, que cambia; la misma casa, donde vive el hombre solo, por el que se convirtió en ángel la mujer confundida, jamás lo olvidará, jamás se olvidarán, ella camina en el limbo, él en la casa de su corazón, acompañado de muchos hombres imaginarios, que él los llama solos, en la decadencia de sus días, es el paradigma del que agoniza,cree que su mujer vino a traerlo, antes de morir…
Otra vez el tren del decenio exige al destino, mata al último hombre solo y nunca trae noticias para no amar.
