Con enorme estupor entro a la estancia y cerrándola con llave se sentó cerca del piano negro con cola, en donde se encontraba una suntuosa cajita de música que había comprado en su último viaje a New York. Y al abrirla una apacible melodía comenzó a llenar la blanca habitación.

Porque me engañaste?, Porque te fuiste? – Susurro a la vez que unas delgadas lagrimas surcaron su maquillado rostro. Se levanto de su lugar para sacar de la elegante cómoda estilo Luis XIV un pequeño revolver que se encontraba envuelto en un fieltro bicolor (negro y naranja).

Porque me dejaste?… – Pronunció ahora entre sollozos y mirando su pálida tez en el ovalado espejo del ropero italiano, su pensamiento como en un disparo o un monosílabo penetró en la traumática noche de Octubre en que un grupo sombrero pedían a gritos justicia para el corrupto, las piedras e insultos no se hicieron esperar. El funcionario furioso, indignado y ofendido encerró a su pequeña hija en el aposento y dirigiendo con rabia sus gigantescos pasos hacia la enhiesta puerta de roble y un certero disparo fulmino su brillante testa antes de poder abrir las mismas.

Desde aquella noche la adolescente había perdido su luz y sol por vivir. Seis meses de convivencia con su abuela en la quinta primavera no eran suficientes para borrar su perdida, no lograba sobreponerse a la caída de su Babilonia.

Se acostó en su imperial cama y colocando en armas en su grácil pecho concentró su corazón en la cristalina melodía que la transportó a sus años de escuela en Roma, y también a sus vacaciones por Viena, Berlín, España y Ecuador.

Jamás podré creer  lo que dicen los medios papá –Pensó aturdida y con desazón. Y es que aceptar la verdad era para ella como quebrar un vaso con agua o como la virgen y Jesús  y el era su virgen, su vaso y también su Jesús, su líquido vital. Recorrió cada rincón de su recuerdo con decepción, en cada negra esquina de su mente se encontró con el símbolo, con el engaño  y la contrariedad, hasta que su retrospectivo pensamiento le hizo reptar la verdad. Cuando el crepúsculo irrumpió por la circular ventana de vidrio, y el canto de los pájaros se comenzó a perder en la lejanía, dirigió su mojada mirada hacia el soto en donde el frio viento de diciembre y el pinar danzaban al igual que lo hizo ella un día en Viena y Paris en víspera de navidad. Lloró su desengaño, busco libertad en el baile de afuera, acarició el ideal palpó la mentira, escuchó su corazón formado de cristal y renegó de su alfarero, se arañó, mordió y gritó obscenidades, blasfemó y por ultimo pensó en su no verdad, en su no vida, en su mundo de cristal. “El tiempo es una bala circular, una maldita brújula que te arrastra con su movimiento, es un mapa falso, una espiral un juego de dados o lo que sea, pero también es un miserable criminal, un ajustador de cuenta, un estúpido inmortal-mortal, porque su inmortalidad está sujeta a mi existencia, y para mi es la muerte y el mortal serás vos”. – Termino gritando y tirando del gatillo Alejandra Ríos puso fin a sus tres lustros de vida. Su blanco y delicado pecho se tiñó de su pletórica sangre, mientras en una pulcra esquina de mármol una transparente y graciosa bailarina japonesa que adornaba el lugar frente a un buda de marfil, caía de su frágil pedestal y la dulce melodía encontraba a su cristal.