de cuando fui ensayista y ejercí el comentario de libros escribí esto para el mejor número de la revista luna park que he leído. la lectura todo el suplemento causa mucho bienestar a la salud d lectr 🙂
un testimonio acerca de 6 cuentos para fumar de byron quiñones.
está trillado y es lugar común. citaré la esfera de pascal (quizá el primer ensayo que leí de borges), para decir, lúcidamente y sin trampas, que la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas. la gente de revista luna park sabe de esa negación mía al ensayo, a la crónica más allá de mis cuadernos de diario, a ejercer la crítica literaria de manera pública, a hablar de libros. pero cuando carmen, que es un de ls directors de la revista de marras, me comentó que estaban preparando un especial de la editorial x (ente del cual guardo los restos, lo cardinal, un par de muy buenos libros, mas no la historiografía, que para nosotrs, lectors casi ciegs y al margen frente a sus acciones de guerrilla, de terrorismo moral, estético; de la coyuntura de donde se originan; ha perdido, quizá, su significancia estacional) no encontré ninguna manera amable, o por lo menos comprensible, de decirle que no; de resistir la tentación de escribir una lectura (ejem) de un libro como 6 cuentos para fumar de byron quiñones. digamos que al menos ahora no se me ocurre qué decir.
primero el puritanical euphoric misanthropia de dimmu borgir para estar a tono. en un asalto de embriaguez podría intentarlo con hybrid stigmata – the apostasy y repasar la biblioteca de livingston, como una suerte de juego a ser funes el memorioso, donde leí aquella oda, no sé si de horacio o lope de vega (ahí, en el no sé, se acaba el juego), cuyo terror podría pensar como el primer encuentro con esa suave y lúcida intimidación de lo extraordinario. suponer, que aquellos versos terribles (crecieron nuestras venganzas y tus daños. amanecía en tu cara un sol, que el mundo en vivo fuego ardía) eran capaces de relatar las pavuras más íntimas, interiorizarlas, sacarlas a pasear junto al perro, sentarlas en una oficina, en su módulo unipersonal; de pasar un trapo sobre el vidrio de esas cosas que mi pueblo polvoriento del caribe, como pueblo de película del western, sabe permanentes y por ello cree menos terroríficas y desoladoras. la biblioteca, digo, la oda, no recuerdo si horacio o lope, por ese tono de 6 cuentos para fumar que no se ha vuelto a repetir (al menos hasta donde lo leído, que sus carencias tiene, y muchas) en ningún otro libro de cuentos escrito en guatemala que haya leído en estos tiempos…. siga leyendo aquí