
hundiendo las cabezas de los que se duermen en los autobuses y las plazas
en busca de los muertos que se llevó el viento.
Malos presagios esa reiteración de los muertos. No, no lo borres. Déjalo así.
El viento no es tan malo y un escalofrío me piensa.
Este es mi recuerdo en medio de una fiesta atravesada por la llovizna.
Las ventanas del palacio están abiertas
y las campanas tañen junto a los diminutos vasos de vidrio
que caen graciosamente con la vibración.
Tengo miedo a morir me digo a mí mismo.
No. Miedo a que cada vez que alguien me nombre o me recuerde
me traiga de regreso al horror de este mundo.
Los muertos deben olvidarse para siempre.
Sus fotos y sus libros deben quemarse.
Jamás debe ser pronunciado su nombre nuevamente
pues en caso contrario nunca morirá.
No prometas de cuidar ni dormir con nadie desde el más allá.
Ni tampoco abrir ninguna medianoche golpeándote las cuencas.
Es una trampa.
Si regresas nunca podrás volver y serás un fantasma más
como esos que recorren la ciudad a paso lento bajo el sol.