On the Road

Verano

Hacía calor en Managua, un calor con unos polvazales que me ponían todo sofocado, el verano estaba en lo fino. Aquel día voy metido en un bus de aquellos que tiran un montón de humo y que el motor y la carrocería hacen una tremenda bulla. Son de aquellos que tienen grabada en la espalda de los asientos las palabras inglesas BLUE BIRD.

La cosa es que el bus va lleno de gente, repleto, hasta la pata como dicen algunos. Y el sudor maloliente, y la empujadera, habladora y los gritos de la gente golpeando el sarroso metal. “Parada, idiay cabrón aquiora te vas a parar”, todo eso me lleva loco y aturdido.

Recuerdo que cuando el traste viejo llega a la parada de la UCA, pasa un chavalo empujando con fuerza a todos los que vamos de pie, y detrás viene una rubia gritando “ladrón, el ladrón”, pero cuando el monstruo metálico se comienza  a mover, el chavalo ya se encuentra plantado en la mitad de la acera contando el dinero, y la mujer termina gritando a todo pulmón, “Chavalo jodido, esos son los riales que me gane planchando”, mientras el conductor impávido, como una lechuga, continuo su ruta como un energúmeno. Yo me tenía que bajar en la próxima estación y comienzo a luchar con el mar de gente, los olores, los gritos, la lloradera de los niños y todo lo demás. En la rotonda Rubén Darío me sucedió algo vergonzoso. Y es que la fuerza centrípeta me obligo a pegarme en la espalda de una voluptuosa morena trasero de mula, que con el rabo del ojo me miró y sonriendo me dijo “ bandido”. Al llegar a la parada de metro centro al fin logre salir a empellones (La morena se despidió diciéndome adiós con las manos).

Afuera hacía calor, un calor tipo Somalia, pero me sentí mejor, gente, persona, homosapiens.

Al cruzar la transitada avenida, la rubia viene a mi lado secándose las lagrimas y el sudor con una toallita tropical que le devolvió sus quince y pico, y al llegar al otro lado me dijo: “esta es la hora del diablo(2:00 Pm), por eso voy a la catedral para que la sangre de Cristo me de un trabajo, porque en este país no se puede ni putiar con seguridad”. Yo me quede serio, vertical sin decirle nada y simulando ver el vuelo de un pijul en el adusto cielo, ella me siguió la mirada por un instante y estirando su pornográfico vestido blanco se alejó oscilando sus delgadas caderas, mientras el viento desde algún lugar nos traía un tango de inmortal Gardel (VOLVER).

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